viernes, 26 de agosto de 2016

Decálogo sugerido para discutir en línea




1) Ábrase un blog o cree un foro de discusiones en línea (hay plataformas por montón, gratuitas y tan fáciles de usar como enviar un correo electrónico). Esto le permitirá extenderse tanto como quiera, escribir largo y pausado, pensar bien todo lo que intenta decir, acompañar sus textos con imágenes, videos, citas, materiales en PDF, hipervínculos, así como recibir comentarios, moderarlos o vetarlos a voluntad, también de responderlos o ignorarlos según le venga en gana.

2) Recuerde que ya en los años 60 había un señor llamado Marshall McLuhan (el mismo de la famosa aldea global) que aseguraba, en dos platos, un par de cosas que resultaron verdades como rocas: que el medio es el mensaje y que los medios son extensiones del cuerpo. Esto quiere decir que el medio por el cual se envía un mensaje tiene la capacidad de definirlo y modificarlo, que el medio se convierte así en parte esencial del contenido transmitido. Por ende, hay entonces un uso adecuado y un uso inadecuado para cada medio según el mensaje que se desea transmitir: si usted quiere hacer ensayos literarios o teoría del arte quizás escribirlos en mensajitos de whatassap sea una pésima decisión.

3) Relacionado con el punto anterior: tenga especial cuidado con las discusiones en Facebook y Twitter pues pretenderá mantenerlas siempre en el marco del sano intercambio de ideas, lo razonado, respetuoso, profundamente argumentado, debidamente sustentado, rigurosamente investigado y rico en pensamiento crítico; pero está escogiendo los medios menos indicados para todo eso que busca. Volvemos a McLuhan, si los medios son extensiones del cuerpo humano, tenga cuidado si la mayoría de sus potenciales interlocutores lo que están extendiendo por medio de las redes sociales sea su reconcomio, su ignorancia, sus ganas de sabotear, de hacer ruido a punta de necedades y dar rienda suelta a su estupidez.

4) Haga uso de su derecho a llamar a un amigo. Si tiene a alguien con quien le apasiona discutir ciertos temas: llámelo, véanse, queden para unas cervezas, una comida o un café. Cultive esa relación con sus buenos interlocutores (no se caiga a mentiras, nunca son tantos, uno se los va encontrando como tesoros ocultos en determinados momentos de la vida), busque a esa gente que después de cada encuentro y cada intercambio sale usted fortalecido y con una mirada redimensionada. Si por alguna razón el amigo no puede estar de cuerpo presente, escríbale por privado o (volvemos al punto 1) convóquelo a la lectura de su blog o de su foro de discusiones en línea.

5) Dosifíquese. Escoja bien lo que va a decir y dónde lo va a soltar. También, en la medida de lo posible, cuándo lo va a decir (la gente que se precipita en opinar es tan impertinente como la que llega tarde para emitir su opinión a destiempo). La gente que habla mucho y por todos lados, una y otra vez, se convierte en ruido, en spam, en perorata, en verborrea, en necedad a grifo abierto. 

6) Tenga en cuenta aquello que decía Hitchcock: "la inteligencia es la capacidad de saber cuándo hay que renunciar". Si la discusión está agotada, si ya dijo y escuchó lo que tenía que decir y oír, o si no le encuentra ya sentido alguno al careo: ábrase, abandone, busque oficio o simplemente ignore. Deje que el gallinero sean los otros -hay gente que jura que a fuerza de aleteos, cacareos, espueleos  y picotazos están reformulando la historia, déjelos que se desplumen en su sana paz- pero no contribuya más, por favor, a fomentar la esterilidad ruidosa y el vacío atorrante.

7) Tómese en serio. Pero nunca tanto. Tomarse en serio no significa ser solemne ni estar dictando cátedra ni estarse desplegando como un pavo real para que todos reparen en usted y digan: "oh, pero qué culto, inteligente y mordaz es ese señor", qué va, las cosas muy tiesas se ven siempre impostadas y lo muy rígido es frecuentemente resquebrajable. La gente muy seria acaba siendo, a la larga -y simplemente- un tipo aburrido ahí. Y lo peor, uno que está acomplejado y rozando el ridículo.

8) Tomarse en serio también pasa por decidir: yo aquí no me meto porque no me interesa o porque simplemente no tengo nada que aportar. El silencio es una opción, por más que las redes sociales parecieran pedirnos que hablemos, impelernos constantemente a que digamos, que expresemos todo lo que pensamos y sentimos, en el camino se va aprendiendo que en una gama amplísima de temas y "polémicas" uno es mucho mejor quedándose callado.

9) Y para cerrar, con toda seriedad: tomarse en serio pasa necesariamente por la capacidad de burlarse de uno mismo. De meterle humor, autocrítica, relajarse y fluir. De otorgar puntos al contrario, de buscar la posibilidad de puentes a pesar de la distancia abismal de posiciones. Tomarse en serio, en fin, tiene que estar filtrado por ese acto de honesta humildad de asumir: soy el primero en saberlo y admitirlo, ni yo ni los míos somos tan fascinantes o importantes.

10) Haga lo que le dé la gana con este decálogo. Su única intención es hacer sonreír a algún lector que le encuentre un ápice de sentido. Es apenas una opinión, una sugerencia, una además plenamente consciente de que nadie a estas alturas está cambiando el mundo ni marcando un antes o un después con respecto a absolutamente nada a fuerza de posts o comentarios en la web. Por brillantes o desafortunados que sean. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta que vuelvas a escribir en Rostros de viento.Tenias cerca de un año que lo habias suspendido. Te lei con detenimiento y al final quedé, como cuando se lee algo muy "interesante e importante": con ganas de más. Pero en fin era un decálogo que invita a profunda reflexión.

Anónimo dijo...

Siempre un placer leerte. He estado a punto de compartirlo, pero me di cuenta a tiempo del contrasentido.

Hans Graf dijo...

Muy bueno. Ilustra casi todas mis angustia ante el uso de las Redes Sociales..